Leí El cielo de Lucy en unos pocos días. Encontré una novela ágil y fresca, con un planteo preciso de ciertas coordenadas narrativas: ¿en qué sentido la ley es condición del deseo? Esta podría ser la pregunta que el reciente libro de Guillermo Fernández se propone esclarecer. No obstante, se trata de una pregunta sin respuesta. En esta novela se cuentan dos historias simultáneas que, a su vez, se desdoblan en otras dos historias. Un joven que lleva a cuestas el deseo incestuoso de su padre; una mujer que condesciende a la intención de rehabilitar a un delincuente; un policía que sucumbe a la tentación de imaginarse con su compañero de guardia; otra mujer que reflexiona acerca del papel de la justicia cuando el acto de matar se presenta como una elección forzada. Todos ellos comparten un mismo escenario -el de las instituciones penitenciarias-, pero viven en escenas diferentes. Si algo nos enseña la nueva novela del autor de Nadie muere en un bello día, es que el deseo es siempre una circunstancia más o menos "dramática"; que la intimidad tiene un código tan fijo y convencional como el de la vida pública; o bien, que la verdad del sexo está estructurada como una ficción. Luciano Lutereau
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