¿Quién es David Helfgott, ese excéntrico pianista del que se han publicado varios libros y cuya historia fue llevada al cine en la premiada película Claroscuro? El presente estudio psicoanalítico implicó realizar una exhaustiva investigación de cierto riesgo. Aventurarse en la experiencia personal de esta figura pública podría generar polémicas en variados horizontes. Sin embargo, la particular forma en la cual este hombre dio que hablar a los críticos, al público en general, a un director de cine, a la prensa, y sobre todo a integrantes de su familia, con motivo de sus actos y sus palabras, fueron hechos determinantes para realizar esta monografía clínica. Se trata de seguir la pista de un diagnóstico ligado a la esquizofrenia, introducir un nombre estructuralmente más afín con el presente estudio: manía, pero tomado no como lugar de llegada de una clínica, sino como aquello que nombra su isomorfismo con la estructura del lenguaje. Ello hizo perentorio releer a Freud, Abraham, Melanie Klein y Lacan, tomando muy en cuenta los destellos luminosos de Deleuze y Guattari, así como los ejercicios con la letra que realizaron James Joyce y Louis Wolfson a propósito de la incidencia del sonido en el trazo de la letra. ¿Qué nos enseña a los psicoanalistas la experiencia con el lenguaje de David Helfgott? ¿Qué lugar y qué función habrá cumplido la música en el sostén subjetivo? ¿Cuál habría sido en ese contexto la función de Gillian Helfgott acompañando a David en los últimos años? Creemos que con Helfgott se abre un expediente de lectura con lo escrito, el cual da lugar a incluir ese misterioso invento de Jacques Lacan llamado objeto pequeño a en el funcionamiento del cuerpo erótico. El mandato, la palabra del padre, la iglesia del hijo, acompañan en el cortejo al psicoanálisis coronado por un complejo de Edipo normalizador, significante en el que todavía se busca la tumba vacía, el padre muerto y el misterio del nombre.