Una nueva versión del libro Fracasos del amor (corregida y aumentada) se torna necesaria, y precisa, no sólo para desarrollar las interrogaciones actuales, sino más bien para darle estatuto ético al discurso psicoanalítico. Como Stella Maris Rivadero –la autora– lo anuncia desde el prólogo: “Hoy el psicoanálisis, ese subversivo discurso, tiende a desaparecer como síntoma olvidado, en la medida en que las diversas terapias alternativas y la prescripción indiscriminada de psicofármacos tienden a uniformar al sujeto, borrando la singularidad. De allí mi interés por volver a las preguntas y a las dificultades que la clínica conlleva”.
Una clínica que da cuenta del amor, de la pulsión, de las adicciones, de las problemáticas en la adolescencia, de la actualidad en las redes, de la presencia de la mirada, del duelo y el límite, y de los tropiezos del analista, como unas de las tantas maneras en que tiene el libro de situarse en la época.
¿Pero qué decir del amor en nuestra época? En su primer prólogo, Silvia Wainsztein nos ilustraba: “Los fracasos del amor aluden a otro tipo de manifestaciones clínicas. Creemos leer en esos fracasos –la autora lo subraya en varios de sus capítulos– que el amor en sus tiempos originarios no ha sido trasmitido desde el Otro. El muro de la castración no se inscribe en su faz liberadora. Es en los diversos encuentros que se dan a lo largo de una vida donde este fracaso original se manifiesta en sus peores versiones”. Versiones y fracasos, para un libro logrado, y doblemente logrado, como el decir de Samuel Beckett, “Fracasaste. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”.
Nicolás Cerruti