Desde su surgimiento en Argentina, en una fecha indeterminada que podría¬mos situar entre finales de los años 60´ y principios de los 70´ del pasado siglo XX, el Acompañamiento Terapéutico nace como una herramienta clínica que se inscribe en una búsqueda -compartida por una buena parte de los profesio¬nales del campo de la Salud Mental- cuyo propósito era el de subvertir los lineamientos por entonces imperantes, y aún fuertemente arraiga¬dos, del modelo manicomial. Este movimiento de apertura y transformación, que comen¬zara a madurar desde el inicio del siglo pasado, fue generando las condiciones para la implementación de novedosos dispositivos de atención ambulatorios, los cuales a su vez propiciaron el desarrollo de nuevas y diversas disciplinas, como respuesta a las renovadas ne¬cesidades clínicas que, a partir de ello, comenzaron a tener lugar. La aparición en escena del Acompañamiento Terapéutico está fuertemente atra¬vesada por ese contexto: ligada a una praxis que se reconoce más como una investi¬gación que como una ciencia establecida, sería necesario un prolongado período de maduración para que, más allá del multia-travesamiento de saberes que le dio origen, pudieran comenzar a delimitarse con alguna precisión los contornos de su figura. Desde el Primer Congreso Nacional de la especialidad, celebrado en Buenos Aires en 1994, los encuentros, jornadas y congresos nacionales e internacionales ya no de¬jaron de sucederse, dando lugar a un creciente intercambio de información y una incesante producción de bibliografía, de ex-periencias, que hicieron posible que aquella herramienta clínica surgida en cier¬to momento como una pura praxis, haya alcanzado ya su carta de ciudadanía como una profesión cada vez más fuertemente arraigada, reconocida y jerarquizada, situándose como uno de los recursos de mayor valía implementados en las últimas décadas en el intento de dar alguna respuesta eficaz a las más estra-gosas expresiones del padecimiento psíquico.