En las reuniones de analistas cada vez con mayor frecuencia nos encontramos diciendo que la época en que vivimos nos obliga a pensar en otros dispositivos clínicos para el tratamiento de determinados síntomas o patologías. Si bien es cierto que el mundo siguió girando desde que Freud creó el psicoanálisis, estimo que resultaría un tanto peligroso el hecho de armar nuevas teorías sin interrogar previamente conceptos fundantes, que hicieron y hacen al sostenimiento cotidiano de nuestra praxis. Si el psicoanálisis se puede definir, entre otras cosas, como una red conceptual, nuestra labor como analistas será no sólo la de articular dichos conceptos sino también, y esta es la mayor de las apuestas, la de reformularlos.