La convivencia de la pareja da lugar a una amplia gama de situaciones, que reflejan lo más agradable y lo más dramático del juego de la vida. Del amor, del deseo de estar con una persona cuyas cualidades fueron idealizadas hasta un grado de perfección estética y moral, se pasa silenciosamente al deseo de aniquilar mil veces a esa misma persona. En el pasaje de una situación a otra, la "moral" inclina sospechosamente la balanza de la justicia a favor del sujeto que ama y no del que es amado. Respetar mutuamente el narcisismo del otro es imprescindible para una convivencia armónica. Un esquema difícil de implementar, a causa del lamentable predominio en nuestra naturaleza humana del narcisismo infantil, arrogante y prepotente. Los problemas surgen por una competencia inevitable que el paso del tiempo no hace más que ahondar. La pareja es una planta muy delicada. Bien cuidada, brinda mucha satisfacción, pero fácilmente se echa a perder.