Nunca hables con extraños es una novela acerca de la eficacia erótica del lenguaje. Así como en el vocabulario de Luis XV “hacer el amor” significaba “hablar de amor”, Enrique Millán –al narrar la historia que reúne a un profesor de literatura y una joven estudiante– expone los diversos modos en que nuestro idioma sucumbe a una reflexión implícita sobre el discurso amoroso.
Luego de un encuentro azaroso en los Bosques de Palermo, ambos personajes comienzan a frecuentarse para iniciar un diálogo secreto que se sobrepone a la diferencia generacional. La palabra cotidiana no sólo es un puente de comunicación, sino de descubrimiento de formas de sentir y de la que cada uno extraerá sus consecuencias. De este modo, el único extraño de esta novela podría ser el lenguaje mismo, ese cuerpo a la vez inseparable que nos habita y se ofrece a la revelación en la palabra amorosa.
Testimonio irremediable, el amor en su aventura sólo encuentra palabras o promesas equivalentes. Murmullos inaudibles. Suspiros. Entonces, surge una pregunta: ¿cuáles son las declinaciones de la voz del sujeto enamorado? He aquí la fibra íntima de esta entrañable historia.
Luciano Lutereau