La seducción, la inteligencia, la dulzura, la amabilidad, la ternura, la cordialidad, el humor, la dedicación, la simpatía, la bondad, la abnegación, la lealtad, la eficiencia, la resolución, la sensualidad, el erotismo, la sagacidad, la maternidad, etc. Pero también la paranoia, la melancolización, el odio, la crueldad, la querella, la venganza, el resentimiento, la desvalorización, los celos, la simulación, el gatoflorismo, la posesividad, la locura, la envidia, la infidelidad, la teatralización, el chusmerío, la exageración, la tragedia, el histrionismo, la inseguridad, la tontería, el egoísmo, la culpa, lo sacrificial, la soledad, etc. Hadas y brujas, amas y esclavas, mendigas y autosuficientes, sensibles y calculadoras. Infinitas máscaras de la histeria que extraviaron a Freud, en el imposible discernimiento de qué quiere una mujer. Tal vez por no haber diferenciado suficientemente histeria de feminidad; o tal vez porque el deseo femenino evoca lo angustiante y enigmático del deseo del Otro; o tal vez porque para esa pregunta no haya una respuesta universal. Ya que el Psicoanálisis tanto le debe a la histeria, propongo, a través de su exhaustivo estudio, un safari desde la teoría, la clínica y el cine, por ese 'continente negro', llamado feminidad.