Este ensayo se abre con el comentario de una inquietante fotografía de Freud. Todo lo que sigue es, de alguna forma, un trabajo sobre imágenes. El libro se detiene en un capítulo muy acotado de la historia del pensamiento freudiano: la teoría de la seducción. El autor muestra, en un primer momento, cuán engañoso es el cuadro que los psicoanalistas y los historiadores iconoclastas han querido exponer sobre ese episodio. Unos y otros intentaron traducir a géneros poco felices (melodrama, policial o cine catástrofe) una historia que se resistía a ello. Por otra parte, en un segundo momento, esta obra se propone dar visibilidad a la dimensión elidida de esa teoría freudiana: ella es sobre todo la narración del precio que paga el sujeto por pertenecer a una familia. Más aún, este ensayo devela que en esos años (1895-1897) Freud no hizo otra cosa que componer distintos guiones que dieran contenido a esa narración. Para ese fin apeló a diversos protagonistas: niñeras, hermanos, niños inocentes, padres, jovencitos incestuosos. Estos múltiples personajes tuvieron su papel en una película que duraría poco. De ella nos quedan tan solo algunas imágenes: fragmentos de cartas, ciertos pasajes de los escritos, algún que otro esquema dibujado en el margen. En efecto, aquí se propone tratar esos elementos como verdaderos fotogramas, de modo tal que su sentido emerja al reordenarlos en una particular secuencia. Cada uno suscita la aparición del siguiente, y nada se comprendería si alguno de ellos no fuera atendido.